Latidos de la noche
En el frágil trasmundo de mis anhelos
yace mi ser inquieto envenenado de utopía.
Las estrellas, ninfómanas de nostalgias perdidas,
danzaron en la noche etérea y me susurraron sus secretos;
mis ideales germinaron en hilos de voluntad
como raíces en busca del núcleo primordial.
Penetrando en la oscuridad de las contradicciones propias,
tejí cada sueño con hebras de amor y pasión…
Despierta mi espíritu torturado por espasmos de soledad,
temeroso de asustarte con la estridencia de su silencio.
Desesperado me lanzo al abismo en busca de dignidad.
En tu ligero devenir: imagen móvil de la eternidad,
resuenan pasajes de infancias perdidas.
Hambriento estoy de sembrar tus sueños en mi pecho.
Soy el mar que acoge tu alma y mis latidos son las olas por las que naufragas en mi piel.
Decidimos besarnos ante un eclipse de esperanzas,
éxtasis que en efluvios de sensualidad estalla.
El cosmos envidioso nos miró con ansiedad,
y convertidos en ventrílocuos de su voluntad,
al encontrar a Dios agonizando, bebimos sus lágrimas.